Autoestima: cómo ayudar a nuestros hijos a confiar en sí mismos. Por Candelaria Palacios.
Verónica de Andrés y Florencia Andrés son madre e hija, especialistas en educación y coaching con mucha experiencia internacional. Ellas escribieron juntas el libro Confianza total para tus hijos, pensando en sus propias experiencias como madres. Como ellas mismas cuentan en la introducción del libro, «somos una madre y una hija escribiéndolo. Una madre y una hija que hace treinta y cinco años viven en carne propia la filosofía de crianza que proponemos aquí. Las dos hemos estudiado mucho, investigado, y tenemos credenciales universitarias para avalar nuestra propuesta. Pero lo que más nos motiva es que vivimos lo que decimos. Y al vivirlo vemos los efectos».
En el libro, las autoras no solamente dan sus consejos y exponen distintos casos para mostrar ejemplos, sino que además, muestran los diálogos que mantuvieron con algunos de los referentes mundiales en liderazgo y educación, como John Gray, Bobbi DePorter, Jack Canfield, Fabrizio Mancini y Janet Attwood, entre otros.
¿Cómo podemos enseñarles a nuestros hijos a creer en sí mismos desde que son chiquitos (o desde bebés)?
Lo primero que tenemos que saber es que la confianza es innata, es una fuerza interior con la que nacen todos los chicos, que los prepara para realizar cualquier aprendizaje que sea necesario. El rol de los padres es mantener viva esa confianza, como quien mantiene vivo un fuego sagrado. Y avivarlo cada vez que sea necesario, es decir, cuando el chico tenga que enfrentar nuevos aprendizajes, desde aprender a atarse los cordones, aprender una lengua extranjera o embocar una pelota en un aro. Es particularmente cuando las cosas no les salen bien, que los chicos más necesitan de padres, entrenadores y maestros. Algo para prestar atención desde el primer momento es la palabra. Nuestro postulado es quelas palabras de los seres significativos en la vida de un chico dejan huella. Se convierten en el gran instrumento de aliento y confianza o lo contrario. Es importantísimo que aquellas personas a cargo de la educación de los chicos sepan que lo que va a determinar el éxito en la vida de un chico es la imagen que tenga de sí mismo: esa es la base de la confianza en sí mismos. Y esa imagen se ve reflejada en los tres espejos a donde el chico va a mirarse para ver quién es: los padres, sus maestros y entrenadores, y el tercer espejo que son sus pares.
¿Qué herramientas podemos usar para ayudarlos a ver lo mejor de sí mismos y a desarrollar su potencial?
¿Cuál es la actitud que debemos enseñarles a tomar frente a los obstáculos o desafíos de la vida?
Lo mejor que podemos hacer desde que son chicos, es crear un espacio donde ellos puedan hablar abiertamente de las cosas que les preocupan, de los obstáculos que están enfrentando o los desafíos que tienen por delante.
¿Cómo podemos hacer para crear este espacio?
Nosotras hablamos de un ritual familiar muy poderoso, que recomendamos hacer una vez por semana. Lo llamamos «el ritual de los viernes»: se trata de tener una comida por semana en la que todos los miembros de la familia estén presentes. La idea es que sea una comida sin apuro y en la que se genere un diálogo abierto en el que todos estén invitados a expresarse. La clave: en esta comida no debe haber sermones, instrucciones sobre modales, órdenes, correcciones sobre maneras de hablar, críticas ni juicios. Este punto no es tan fácil para la mayoría de los padres, pues estamos tan acostumbrados a ser las autoridades de la casa (y está bien que así sea) que nos cuesta salirnos de ese rol. Solo se trata de hacerlo durante dos horas por semana. Si logramos controlar, solo por ese período, el impulso de ser la autoridad de la casa, si durante esa comida los padres podemos expresar abiertamente nuestros pensamientos y emociones ante nuestros hijos e invitarlos a hacer lo mismo, estaremos generando un espacio único. Un espacio donde la calidad de la comunicación familiar aumentará notablemente.
¿Y cómo podemos hacer para que en ese espacio nuestros hijos se animen a abrirse y no terminen respondiendo solamente «sí» y «no»?
Cambiando nuestras preguntas. Si en lugar de hacer una sucesión de preguntas cerradas, que tienen la intención de vigilar que todo esté marchando bien (¿qué tal la escuela?, ¿hiciste la tarea?, ¿tienes el uniforme listo para mañana?), hacemos preguntas abiertas y abrimos el espacio de escucha, todo cambia. Ejemplos de preguntas para fomentar el diálogo familiar e invitar a nuestros hijos a hablar sobre los obstáculos o desafíos que estén enfrentando:
– ¿Qué fue lo mejor que te pasó esta semana?
– ¿Qué fue lo más difícil de esta semana?
– ¿Qué desafío tenés por delante para los próximos días?
Si sabemos que han vivido algún hecho particular y queremos que hablen sobre eso podemos preguntar: ¿cómo viviste esa experiencia? La clave está en que todos los miembros de la familia respondan las preguntas, no solo los chicos. Esto hará que ellos no solo conozcan más y mejor a sus padres, sino que aprendan a ponerles palabras a sus emociones y que vean a sus padres como seres humanos y no comosabelotodos. Puede ser muy enriquecedor para un hijo escuchar a su padre decir «Lo más difícil de esta semana ha sido enterarme de que un amigo muy querido ha perdido su trabajo, estoy preocupado por él y buscaré la manera de apoyarlo». De esa manera, ellos también se animarán a hablar de los obstáculos que estén enfrentando. Y una buena práctica es que luego todos sugieran posibles soluciones o acciones para salir adelante. Así les enseñaremos dos actitudes clave: que es importante expresar lo que uno piensa y siente frente a las dificultades de la vida, y que es muy importante poner el foco en pensar en posibles soluciones.
¿Qué podemos hacer para fomentarles la autoestima en el aspecto físico? ¿Cómo podemos lograr que se acepten y se vean lindos?
En el libro hablamos de los 5 componentes de la autoestima. El segundo componente es el sentido de la identidad. ¿Sabías cuál es uno de los pilares que definen la identidad de un niño? El valor del atractivo físico. En una encuesta muy grande se le hizo la siguiente pregunta a miles de chicos: «Cuando pensás acerca de vos mismo, ¿qué viene a tu mente?». Casi todos los chicos encuestados respondieron sobre atributos o defectos físicos. Las heridas a la imagen que un chico tiene de sí mismo pueden empezar desde muy temprano. A veces los padres, de manera involuntaria, son los primeros en producirlas. ¿Cómo? A través de comentarios sarcásticos, irónicos, comparativos. Hay padres que no se dan cuenta del daño que producen con los apodos. «¡Acá viene la aspiradora!» le dice un papá en tono de broma a su hija de ocho años que tiene un gran apetito y come de más. «¡Hola, enana!» saluda la mamá a su hija, visiblemente más bajita que sus compañeras de tercer grado. Cualquier apodo que los padres pongamos -gorda, negra, larva, enano, vago, panzón- puede generar un impacto negativo en los chicos. que eso: es un daño a su autoimagen y a su confianza personal. El uso del sarcasmo y la ironía también es corrosivo para el sentido de identidad de un chico.
¿Qué podemos hacer cuando este sentido de identidad de nuestro hijo está dañado, cuando su autoestima es baja por alguna razón?
Lo primero es darnos cuenta. ¿Cómo? Hay ciertos indicios que pueden dar cuenta de un autoconcepto lastimado. Algunos de ellos son:
– Con frecuencia usa frases negativas para referirse a sí mismo o a los demás.
– Es hipersensible a la crítica y se avergüenza con facilidad.
– Le falta confianza en su apariencia física o destreza física.
– Busca complacer a los adultos y suele depender de ellos.
– Se pone incómodo frente a los elogios: los desestima, niega o se avergüenza con ellos.
– Le da miedo mostrarse diferente a los demás.
– A veces usa la ropa de manera exagerada: o se tapa de pies a cabeza, o busca llamar mucho la atención con su forma de vestirse.
Si notamos varios de estos síntomas, es momento de poner manos a la obra con un plan para rescatar su sentido de identidad. Hay varias cosas que podemos hacer. Quizás la más importante de todas sea lograr transmitirle su sentido de ser único. Cuando estamos atravesando momentos difíciles con respecto a nuestra identidad, en general, nos comparamos con los demás y sufrimos: ¿por qué no tendré su figura?, ¿por qué no tendré su habilidad deportiva?, ¿por qué no seré inteligente como él?… Y en esas comparaciones, siempre perdemos. Los chicos son muy propensos a compararse con los demás, por eso es clave que podamos trabajar sobre la idea de que son personas únicas.
¿Cómo podemos ayudarlos a que entiendan que son personas únicas?
Algunas técnicas que recomendamos son:
1.Hablar mucho de sus fortalezas. Nunca demos por sentado sus talentos naturales, sus buenos gestos y actitudes y, por sobre todo, no hagamos de sus debilidades el centro de nuestra atención. Su identidad se fortalece cuando conocen bien sus áreas fuertes.
2.Crear un espacio llamado tu tiempo: puede ser tan breve como cinco minutos. Es el momento donde nuestros hijos pueden contarnos de manera privada y sin ninguna interrupción cualquier desafío, obstáculo o preocupación que tengan. Si no los hay, tu tiempo puede ser usado para hablar de logros. ¿Hace falta decir que en tu tiempo los teléfonos celulares no están invitados a participar?
3.Hablar de ellos de forma positiva delante de los demás. Parece obvio, ¿verdad? Sin embargo, no lo es. Muchos padres hacen comentarios negativos o irónicos acerca de sus hijos delante de otros. A veces con la intención de ser graciosos frente a amigos pueden decir cosas como: «Si vieras el desorden que tiene este niño en su habitación. Es un desastre!». Cada vez que hacemos un comentario así frente a otros, el chico se siente expuesto y ridiculizado.
4.Animarlos a expresar sus sentimientos: permitirles llorar, enojarse, estar tristes. Preguntar para comprender, no para intentar solucionar de inmediato. Con niños chiquitos que aún no saben poner nombre a lo que sienten, es muy útil usar cuentos. Si se siente inadecuado en un grupo de amigos nuevo, podríamos leerle «El patito feo» y al terminar, invitarlo a hacer una reflexión: ¿te sientes como el patito feo alguna vez?
5.Evitar, como si fuera veneno, el uso del sarcasmo, la ironía y el uso de etiquetas.
¿Qué se puede hacer si son víctimas de bullying?
Según un estudio reciente realizado por la UNESCO, América Latina es la región del mundo con más casos de bullying o acoso escolar, más de la mitad de la población escolar ha sido víctima de la violencia escolar. Muchos expertos en el tema dicen que tiene que ver con el consumo masivo de escenas violentas a través de la televisión y los dispositivos móviles: hoy cada vez más chicos tienen una tablet o un celular desde el cual pueden acceder a cualquier tipo de contenido audiovisual. Y cada vez con mayor frecuencia, ese contenido es irritante. Otros especialistas dicen que tiene que vcon los índices ascendentes de parejas que se divorcian: en muchos casos los chicos son testigos de peleas, intolerancia y violencia verbal y física entre sus padres. y ellos están allí como esponjas. Otros dicen que es una combinación de factores, y que no tiene una única causa. Pero hay algo en lo que todos estamos de acuerdo: el bullying deja consecuencias. Entre otras cosas, afecta mucho a la autoestima de los chicos, su confianza personal. Por eso es muy importante que los padres estemos atentos y dispuestos a intervenir.
¿Y cómo podemos encarar esta intervención?
Es importante señalar que solo el 30-40% de los chicos que son víctimas lo contarán a un adulto. Cuando los padres estén pensando que su hijo es víctima de bullying, probablemente lleve algunos meses en esta situación. Escuchen atentamente lo que su hijo tiene para decir, créanle, tengan una actitud positiva para resolver la situación. Si tienen sospechas, díganle que están preocupados por lo que pasa y que lo ayudarán a salir de esta situación. Pónganse en su lugar. Reaccionen con calma, no le hagan reproches (él no tiene la culpa); tranquilizarlo es uno de los pasos más importantes, pero no den soluciones fáciles y simplistas que, seguramente, él ha probado y no funcionaron. Qué no hacer: reaccionar directamente con el agresor o promover la violencia para solucionar el conflicto. No les digan a sus hijos que se las arreglen solos para solucionar este problema. Refuercen la autoestima de sus hijos, díganles que los quieren. Hay niños que no solo tienen sed de agua o hambre de pan; su mayor pobreza es la ausencia de nuestra mirada.